martes, 14 de abril de 2009

Podemos avanzar por el camino razonable, o podemos seguir quemando el futuro.

La naturaleza, el ser humano y sus estupideces

Por
Antonio Ruiz de Elvira Catedrático de Física Aplicada
Universidad de Alcalá de Henares
CLIMA
elmundo.es
8 de abril de 2009

En la cumbre del G-20 uno de los tremendamente formados y maravillosamente preparados líderes europeos le espetó al Sr. Obama que “la tecnología solar no está madura para ponerse en marcha”.

Este señor no sabe de la misa la media, y sin embargo gobierna un país y controla la vida de más de 60 millones de ciudadanos. En primer lugar, la tecnología está madurando. En segundo lugar, para que acabe de madurar es preciso que se ponga en marcha. Si no se la estimula jamás acabará de hacerlo. ¿Cómo maduraron los coches, en los laboratorios? Y en tercer lugar, ¿qué tecnología utilizamos para salir de la crisis? ¿La misma que nos ha traído hasta aquí?
¡Estupideces!
He aprovechado un par de días, aquí, en California, para visitar uno de sus parques naturales, el desierto del Joshua Tree. Aparte de su belleza y majestuosidad, está perfectamente cuidado, limpio, ordenado. Sin salvajes. Andar por el parque hace reflexionar sobre la naturaleza y el ser humano.

Una persona que me acompañaba se trajo, para leer en la cama, uno de los tomos de Proust. Proust está ya mustio, pero la literatura, y el cine, siguen por el camino que él desarrolló: los inmensamente poco interesantes detalles de las señoras y señores de la sociedad que se roban unos a otros amantes, dineros, poder. Todo ello ocurre y pasa en segundos, y se repite como el movimiento de un péndulo, repetido idénticamente hasta la eternidad sin aportar ni un solo detalle nuevo. Wesley, el inventor del Metodismo, decía que la religión anglicana de su época (un poco antes de la de la Duquesa (de Devonshire, vean la película de Knightley) no llamaba al corazón. Se supone que la literatura interesa porque describe las ansias y dudas del “corazón” humano.

Pero esas ansias y dudas se quedan en ellas mismas, y no ilustran nada. No ilustran nada porque cada amor, cada engaño, cada lucha por el poder son esencialmente efímeros. Y sin embargo la naturaleza, la que se ve en el desierto, es casi eterna. Representa no el detalle, sino la naturaleza humana, la sociedad histórica, de antes, ahora, mañana, los padres, nosotros, nuestros hijos.

Es esa naturaleza casi eterna, es nuestra sociedad ilimitada en el tiempo, la que tenemos que cuidar. La que estamos destrozando por unas ganancias tan efímeras como los amores de las páginas de sociedad.

Tenemos por delante una oportunidad maravillosa para entender nuestro mundo, para avanzar por el camino de la riqueza, de la calidad de vida. Y la hemos estado tirando por un piso en la playa, unos, por un yate otros, que lo único que generan son estreses y mala digestión.
Podemos avanzar por el camino razonable, o podemos seguir quemando el futuro.
¿Qué elegimos?

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